El primer beso es un momento trémulo que ambas personas que se compadecen esperan con ansias. Al mismo tiempo, puede posponerse indefinidamente por vergüenza o incertidumbre en los sentimientos de la pareja.
Para que llegue el momento tan esperado del beso, debes ayudar a tu pareja a relajarse, hacer que se sienta comprensivo. Independientemente del género de la persona que quieras empujar al primer paso, existen tres estrategias de comportamiento: flirteo fácil, astucia y el principio de un ancla psicológica.
Vale la pena intentar coquetear primero, ya que la falta de iniciativa por parte de la otra persona puede servir como una señal de que está insegura acerca de tus sentimientos. Es probable que tenga miedo de asustarte demasiado rápido o teme una reacción negativa. Si ese es el caso, coquetear un poco de tu parte puede ayudar a lidiar con sus miedos.
No confunda el coqueteo con un comportamiento deliberadamente relajado (deslizando la lengua de manera demostrativa sobre sus labios, desabotonando botones adicionales en su camisa), aquí debe actuar de manera mucho más sutil.
El indicio más transparente (sin sobrepasar el borde de la decencia) del deseo de recibir un beso son las miradas periódicas a los labios de la pareja. Al coquetear, es importante estar lo suficientemente cerca de la persona y enfocar toda su atención en él, mirando menos a su alrededor. Los toques discretos provocan un acercamiento: por ejemplo, puedes cepillar una hoja que haya caído sobre tu abrigo o tocarte el antebrazo, llamando la atención. Si la otra persona te está mirando a la cara, no apartes la mirada.
Puede suceder que el primer método no destruya el muro de la alienación. Entonces se puede aplicar un truco. El objetivo es acercar sutilmente tu rostro lo más posible al de tu pareja. La opción femenina: tropezar o resbalar para que el hombre se vea obligado a levantarte o abrazarte o (aún más gracioso) pedirle que te ayude a descender del alto parapeto. Versión masculina: da la vuelta inesperadamente e inclínate hacia adelante, como si vieras u oyeras algo. En muchos casos, cuando los labios están muy cerca, este método funciona.
Usando varios trucos, no debes perder la naturalidad de tu comportamiento ni por un momento. La sensación de teatralidad de lo que está sucediendo solo ahuyentará al elegido (el elegido).
La tercera forma de abordar el objetivo es crear un ancla psicológica. El resultado se logra a través de conversaciones sobre temas íntimos, por lo que aquí debes ser especialmente delicado y cuidadoso. Es mejor utilizar esta técnica cuando ya se hayan probado otras. Para obtener el efecto deseado, debe llevar cuidadosamente a su pareja a recuerdos vívidos del momento en que sintió la mayor atracción por alguien. La memoria provocará automáticamente ecos de estas sensaciones en el cuerpo y, como resultado, una mayor simpatía por el objeto cercano más cercano, es decir, por usted.
Este principio tiene sus raíces en la programación neurolingüística. Si el resultado obtenido te conviene, puedes consolidar el éxito instalando un ancla táctil: tocar a una persona (fuera de la caja, ya que solo tú puedes pasar la mano por su cuello o cabello). Después de eso, casi en cualquier momento, con un toque similar, su cuerpo reproducirá las emociones y sensaciones que experimentó en el momento del contacto.