En el mundo moderno, la idea de "extinción de la familia" como institución social es muy popular. Al mismo tiempo, aunque la familia moderna difiere de la que existía hace 100-150 años, esta institución social está lejos de desaparecer y aún conserva un valor prioritario en el desarrollo de la personalidad.
El vínculo entre el niño y la familia es especialmente fuerte porque surge en la intersección de los principios biológicos y sociales. Lo social se puede cancelar, cuáles serán las consecuencias de tal cancelación: otra pregunta, pero en principio, la cancelación es posible. Es imposible cancelar lo biológico, y es precisamente esto lo que prevalece durante el período neonatal. En los momentos de contacto físico con la madre, el niño la huele, escucha el ritmo de su corazón, que escuchó durante la vida intrauterina, todo esto crea una sensación de seguridad. El aislamiento del niño de la familia, en primer lugar, de la madre durante este período genera una desconfianza básica en el mundo, sobre cuya base se formará la personalidad en el futuro.
La infancia, primera infancia y preescolar juegan un papel decisivo en la formación de la personalidad. Si en este momento falta algo en la crianza y el desarrollo del niño, ya no es posible corregirlo en el futuro. Y son estos períodos de edad los que el niño pasa en la familia. Por tanto, la influencia de la familia determina todo el desarrollo ulterior de la personalidad.
Esta afirmación no se cancela ni siquiera por el hecho de que muchos niños en edad preescolar asisten a guarderías y jardines de infancia. Los estudios psicológicos muestran que la estancia temporal de un niño en una institución de cuidado infantil lo aísla de la familia físicamente, pero no psicológicamente: el maestro de jardín de infancia no rechaza a los padres como persona de referencia. La violación ocurre solo con el aislamiento prolongado de los padres, cuando el niño se encuentra en una institución infantil tipo internado, y esto se convierte en un trauma psicológico grave.
Durante la infancia, la primera infancia y la niñez preescolar, no solo se forma la confianza o desconfianza básica en el mundo, sino también las habilidades iniciales de interacción social, que pueden diferir de una cultura a otra, de una persona a otra e incluso de una familia a otra. Las personas más importantes para el niño, los padres, se convierten en el estándar para dominar tales habilidades.
La percepción de los padres como un estándar persiste en los períodos posteriores de desarrollo, cuando su influencia se debilita un poco, en la escuela primaria e incluso en la adolescencia. Un adolescente puede rebelarse contra sus padres, pero inevitablemente seguirá las normas de comportamiento y las orientaciones de valores aprendidas en la familia.
Como muestra la práctica pedagógica, es casi imposible superar la influencia de la familia. Esto se hace especialmente evidente cuando la familia se ve influenciada negativamente, por ejemplo, cuando los padres alcohólicos obligan a un niño a robar. En tales casos, la única forma de salvar al niño es sacarlo de la familia hasta que los padres cambien su comportamiento. Por otro lado, las normas de conducta y morales positivas aprendidas en la familia pueden resistir la influencia negativa del entorno; por ejemplo, una niña que creció en una familia cristiana o musulmana nunca reconoce la promiscuidad sexual como una "norma", incluso si en la universidad donde estudia, muchas alumnas se comportan así.
La importancia prioritaria de la familia en el desarrollo de la personalidad se manifiesta especialmente en aquellos casos en los que el niño se ve privado de la educación familiar. Los niños que crecen en orfanatos a menudo se quedan atrás en el desarrollo y experimentan dificultades de adaptación social.
