¿Por Qué Vivir Si No Crees En Dios?

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¿Por Qué Vivir Si No Crees En Dios?
¿Por Qué Vivir Si No Crees En Dios?
Anonim

La fe deja una huella indeleble en la vida de un creyente. Su luz ilumina absolutamente todo: pensamientos, intenciones, acciones, actitud hacia otras personas. Pero para alguien que no cree en Dios, la vida adquiere características completamente diferentes.

¿Por qué vivir si no crees en Dios?
¿Por qué vivir si no crees en Dios?

Es necesario entender que para un creyente no es la fe en Dios en sí misma lo que es importante, es decir, el conocimiento de que Dios existe, sino las consecuencias que este conocimiento conlleva. Todas las grandes religiones afirman que el alma humana es inmortal, por lo tanto, uno debe vivir de tal manera que se adquiera la experiencia espiritual necesaria, para recibir lo valioso allí, más allá de los límites de esta vida.

Pero si una persona no cree en Dios y en la vida después de la muerte, todo cambia. Están surgiendo valores completamente diferentes, determinados en gran medida por el alma humana.

¿Por qué vale la pena vivir?

Una persona debe ser feliz, es esta regla la que se vuelve decisiva a la hora de elegir un camino de vida para alguien que no cree en Dios. Pero el concepto mismo de felicidad es diferente para todos. Para uno es una familia, para otro - una oportunidad para realizar sus talentos, para un tercero - una sed de autorrealización, superarse a uno mismo, alcanzar los límites de las propias capacidades. Finalmente, para algunos, la vida se convierte en una carrera sin fin por la fama, el prestigio y la riqueza.

Hay una observación interesante: en una persona espiritual, el rostro se convierte en un rostro en la vejez, en una persona sin espíritu, en un rostro. Quizás esta expresión no suene muy bien, pero refleja la esencia con mucha precisión. Para ser una persona espiritual, no tienes que creer en Dios, basta con escuchar tu conciencia y tu alma. Nunca te dirán nada malo. Al contrario, te ayudarán a encontrar el único camino que te llevará a la felicidad.

Es muy importante definir lo más íntimo que acelera el latido del corazón, que atrae, cautiva, da alegría y atrevimiento. Así es como la gente encuentra su sueño: uno conquista el océano, el otro, el espacio. Al tercero le atraen los descubrimientos científicos, al cuarto el arte, etc. etc. Un camino correctamente encontrado trae felicidad, le permite a una persona, cuando llega su momento, dejar este mundo con calma, con el conocimiento de que no vivió en vano. Que hizo algo, logró algo. O, al menos, no se rindió.

Esto último también es muy importante. No puedes lograr nada, pero vete con la cabeza en alto. Aquellos que no se rindieron, que no se sometieron al destino y sus circunstancias. Es mejor arriesgar y perder que no arriesgar y marcharse, lamentando haber perdido la vida.

Selección de destino

Al elegir una meta, no pienses en el dinero y el prestigio. Busque lo que le dé verdadera alegría. Hay una regla: si una persona sigue su propio camino, le da todo lo que necesita para la vida. Lo más importante, repetimos, es la felicidad. Y ningún dinero puede reemplazarlo.

Su camino da no solo felicidad y alegría, sino también juventud. Una persona que hace sus propios asuntos seguirá siendo vigorosa, optimista e interesada en la vida hasta una edad avanzada. Y viceversa, no haciendo sus propios asuntos, traicionando su sueño, una persona pierde interés en la vida. Puede tenerlo todo, pero no le traerá felicidad.

Volviendo a la fe, recordemos una vieja expresión: Dios cree incluso en aquellos que no creen en Él. Un ateo de mente pura sentirá el apoyo invisible de Dios durante toda su vida, precisamente porque vive de acuerdo con su conciencia. Aquellos que se esfuerzan sinceramente por aprender algo, lograr algo, lograr algo también recibirán apoyo. No luchan por el dinero o la fama, sino por el logro como tal. Por vencer, por alcanzar nuevas fronteras. Todas estas son verdaderas aspiraciones espirituales que permiten a una persona crecer y mejorar.

Siempre vale la pena recordar que el tiempo pasa muy rápido. Hay un buen principio: haz cada acción, cada acción como si fuera lo último que hagas en la vida. Esto le da a la vida una cualidad completamente nueva: se vuelve rica, sin concesiones. No hay mañana, solo hay hoy, ahora. Y este "ahora" hay que vivirlo impecablemente, para que no haya nada de qué arrepentirse.

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