Sultanas A Regañadientes, O Bueno, Qué Romance En Un Harén

Sultanas A Regañadientes, O Bueno, Qué Romance En Un Harén
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Video: Sultanas A Regañadientes, O Bueno, Qué Romance En Un Harén

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Anonim

La historia conoce muy pocos casos en los que las mujeres islámicas gobernaron imperios enteros, especialmente si antes eran concubinas en un harén. Se convirtieron en gobernantes por varias razones, y la mayoría de las veces su vida estuvo desprovista de romance y amor.

Sultanas a regañadientes, o bueno, qué romance en un harén
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La regla del sexo justo en los países orientales se llama sultanato femenino, y las sultanas suelen llevar el título de válido (padre): la madre del heredero reinante, pero aún joven. Muy a menudo, esas mujeres gobernaban solas. Hay un ejemplo de un asombroso sultanato femenino en la historia, cuando todos los gobernantes eran de ascendencia europea. Gobernaron sobre el Imperio Otomano. La más famosa de ellas es Anastasia Lisovskaya. Es conocida no solo en Europa del Este, sino también en Europa Occidental, donde usó el nombre Roksolana. Anastasia-Roksolana fue cantada en ballets, óperas, retratos, libros e incluso en series de televisión, por lo que su biografía es conocida por un círculo bastante amplio de personas. La vida de Roksolana no fue despreocupada. Al principio fue concubina del sultán del Imperio Otomano Solimán el Magnífico, luego se convirtió en su esposa. El camino hacia el poder atravesó muchas dificultades y estuvo lleno de una feroz lucha por la vida. Fue muy difícil para las concubinas del harén: no tenían suficiente comida, las menospreciaban de todas las formas posibles y las trataban con crueldad. Pero Roksolana logró evitar el triste destino de otros esclavos y se ganó la confianza del sultán, y luego se convirtió en el gobernante de todo el imperio. En diferentes períodos de tiempo, algunas otras concubinas también fueron honradas, incluidas Kezem Sultan, Handan Sultan, Nurbanu Sultan y otras. Así, todas estas mujeres lograron lo casi imposible y comenzaron a gobernar aunque no pertenecían a la sangre real. Y lograron hacerlo no por métodos románticos. Si era necesario matar, mataban, y también luchaban por el país y el gobernante, que los convertía en sus esclavos. Los futuros sultanes pudieron discernir en su destino una escasa posibilidad de abrirse paso hasta la cima del poder y no se detuvieron ante nada para aprovecharla.

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